miércoles, 14 de noviembre de 2007

Afirma mis pasos!


“Afirma mis pasos en tus caminos
Para que no tropiecen mis pies.” Salmo 17 (126), 5.

Que bueno es Dios! Es tan bueno que no se hace esperar y más aún, siempre da al que le pide. Está en nosotros la decisión de cada mañana encomendar no tan sólo nuestro día, sino toda nuestra vida (esto incluye todas sus áreas) al Señor que es amor (por cierto).
Solamente los que hemos sido testigos de que para Dios nada hay imposible y de que nuestros problemas son nada ante Él que lo es todo, conocemos que en Él hay verdadero poder.
Solamente los que hemos gustado de su misericordia y su amor sabemos que su poder puede enmendar corazones y actitudes.
Solamente los que en algún momento de nuestras vidas hemos rendido todo nuestro ser ante Dios reconociéndolo como el único capaz de querer y hacer realidad en nuestras vidas todo lo mejor para nosotros (sus hijos), podemos pedirle que afirme nuestros pasos en el único camino que lleva a la vida eterna (por más estrecho que pueda ser).
Fíjate que el Salmista le especifica que afirme sus pasos en “sus caminos”. Hay varios caminos, pero uno sólo nos llevará al Padre, y ese camino es Jesús. Él le pide esto porque no quiere que sus pies tropiecen. Nadie dijo que iba a ser fácil… el camino bueno es difícil porque exige un negar… exige negarnos a nosotros mismos para que sea Jesús quien comience a vivir en nosotros. La vida que llevaba Jesús no era una vida fácil. Era una vida de servicio y de amor; cuando se sirve y se ama como Jesús hay sufrimiento… pues Él no sólo vivía de esa manera para sus amigos, sino también para sus enemigos.
Aún en los caminos de Dios nuestros pies tropiezan, y tropiezan porque muchas veces (por no decir casi siempre) no queremos andar como andaba Jesús (raras veces lo pedimos en nuestras oraciones). Y esto no es fácil, esto exige sacrificio… es un sacrificio que nos lleva hasta la cruz y que nos hace resucitar en gloria con Jesús cada vez que morimos a nuestra propio yo, y damos paso a que nazca en nosotros aquel bebé de Jerusalén que aunque sus pies hayan tropezados en el camino que le llevaba al calvario, nunca se permitió quedar en el suelo, porque a ti y mí, nos había afirmado en lo más profundo y perfecto de su corazón.

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Bendición.

"Que el Señor te bendiga y te proteja... Que Él te mire con amor y te conceda la paz." Números 6, 24-26.