jueves, 29 de noviembre de 2007

Gime la Naturaleza.


Parida de dolor gime a cantaros la naturaleza.
No pudiendo aguantar más tanta vejación,
entonó silente una voz que nació y murió en el olvido.
No le quedó más que soplar gritos de desesperación.

Gritos que con tanta furia retorcieron la tierra.
Sus gemidos sangraban llagas de dolor.
Sin querer destruyó el verde de muchos amaneceres.
El ensanchamiento de su corazón dilataba su dormir.
A aquella que fue coloreada con mágica tinta de arco iris,
le habían rasgado sus últimas gotas de color.

Nadie lo esperaba. No la creen con derechos.
No la creen con sentir, no la creen con espera.
Necesitó emerger. No podía callar más.
Y allí estaba ella sin querer, rodando, divagando
en respuesta de nuestra iniquidad.

Ella también llora a sus muertos.
Ella también llora a su heredad.
Ella también llora el desaliento.
Ella también llora su estela.
Ella también llora su propio pesar…

Despierta!

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Bendición.

"Que el Señor te bendiga y te proteja... Que Él te mire con amor y te conceda la paz." Números 6, 24-26.