Yo amo y venero a la madre de mi Señor, a aquella que guardó en su corazón todo el dolor que le causó el ver al fruto de su vientre padecer en la cruz, a la que aun sabiendo de su señorío, no le pidió que se bajara del madero, a aquella mujer humilde, cuyo corazón fue traspasado por una lanza, a la que fue pensada por su propio hijo desde una eternidad para que sea la llena de gracia y su primer sagrario. Dios te salve María!
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