
Este es un momento en que todos debemos de unirnos en oración para pedirle a nuestro buen Padre Dios que tenga misericordia de su pueblo y que derrame espíritu de sanidad y de consuelo sobre cada uno de nuestros hermanos haitianos. Hoy más que nunca ellos nos necesitan.
Mi país y Haiti comparten frontera. Yo le doy muchas gracias al Todopoderoso porque no permitió que viviéramos más que el susto de sentir el temblor.
Dios es bueno y su misericordia no tiene fin. Te invito a que te unas a nuestra oración por los hermanos haitianos y también a que brindes tu mano amiga, si deseas puedes acercarte a la Cruz Roja de tu país, a Unicef o a cualquier otra institución que esté canalizando la ayuda. Recuerda, tú y yo somos los embajadores de Cristo en esta tierra. No es hora de preguntar donde estaba Dios, es hora de nosotros preguntar qué podemos hacer.
Dios te bendiga mucho, brindemos la ayuda como si fuésemos a recibirla!
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