jueves, 26 de febrero de 2009

Por amor a mí...



Cuan grande ha sido su amor por mí.
Todo lo dio, todo lo sufrió.
No se aferró a su linaje, nada escatimó,
tan solo por amor a mí.

Conociéndola, cerró sus ojos ante mi maldad
y mi blasfemia no le fue motivo para condenarme;
así lo decidió y lo cumplió.
Nadie se la quitó, Él mismo la entregó,
tan solo por amor a mí.

Fue herido y humillado.
Muchos le negaron y le olvidaron.
Escupían su cara mientras que a
latigazos su cuerpo fue desfigurado.
El soportó todo eso
tan solo por amor a mí.

El mismo gran Rey de reyes
fue coronado de espinas;
el mismo Señor de señores
anduvo por el camino de la vergüenza,
aquel que al pecado jamás conoció.
Su piel cubierta de burlas en su cuerpo yacía,
abatido por el peso de mis pecados
cargaba una cruz que no merecía.

En momentos, sin fuerzas y desgastado se caía
y aun así se levantaba… se levantaba por amor
Tan solo por amor a mí!!

Como si hubiese sido el peor ladrón
o el más vil pecador
le fueron enterrados los clavos del deshonor…
enterrados en sus manos y en sus pies,
en sus santas y serviles hermosas manos;
aquellas manos que tanto sanaron,
que tantos milagros obraron,
que tanto acariciaron, que tanto gestos de amor brindaron.

Enterrados en sus benditos y sagrados pies,
en aquellos que anunciaban la verdad.
Que anunciaban el reino de su deidad.
Aquellos pies que no se cansaban de caminar
para llevar a los necesitados la santa paz…
Tan solo por amor a mí.

Cuando estuve cara a cara con Él,
ahí… Justo a su derecha,
Fui lleno de gracia y revestido de verdad
cuando por la acción de su Santo Espíritu
y la misericordia del Santo Padre
mi corazón pudo reconocer
que todo lo que El hizo fue por amor a mí.

Tu mirada… nunca la olvidaré…
con lágrimas de sangre en sus ojos
me expresaba la pasión de su entrega,
la locura de la cruz,
Su perdón y su amor.

Su mirada… su mirada me libertó
Y a través de ella penetró hasta lo más recóndito de mí ser
Y asustado sin comprender lo que sentía
supe que sólo Él es la verdad, el camino y la vida.

Yo… yo no podía gesticular… era tan grande lo que sentía.
Con un nudo de arrepentimiento en mi garganta
Sabiendo merecedor de ese suplicio
Por mis propias culpas y mis pecados
Lloré sin consuelo, no merecía tanto amor.

No merecía morir al lado del justo,
de Aquel que todo lo había dado por mí,
al lado del mismo Dios, al lado de mi Salvador.

Sin pensarlo y de corazón le dije a mi Señor:
“Jesús, acuérdate de mí cuando entres a tu reino”
Y Él con palabras rebosadas de ternura y compasión
me respondió: “En verdad te digo que hoy mismo
Estarás en el paraíso.”

Y yo pude suspirar confiado en su Palabra
y puedo decir que ahora soy feliz
porque estoy aquí en el paraíso con mi Señor;
en este santísimo lugar en donde sólo hay
amor y paz en donde su rostro por siempre puedo contemplar.

Este es el paraíso, esta es la verdadera felicidad
y el mayor anhelo que se pueda desear… estar cara a cara con el Amado
Adorarle por la eternidad.

Hermano, hermana, te aseguro que si se lo pides te lo concederá.
Si tu alma sólo anhela estar a su lado a su lado eternamente estará,
lo sé porque por su gracia estoy aquí!!!!
Y a sus pies tengo mi descanso.

Y en la cruz mis pecados quedaron perdonados.
Yo danzo alegre ante su trono.
Yo me abrigo en su santidad.

Anhela por siempre habitar en su casa
y verás que al igual que a mi te lo concederá.
He ganado la mejor de las coronas, aquella que jamás merecí,
Habitar en su morada adorándole sin fin.
El es hermoso… Anhélalo…

No hay comentarios:

Bendición.

"Que el Señor te bendiga y te proteja... Que Él te mire con amor y te conceda la paz." Números 6, 24-26.