jueves, 26 de febrero de 2009

Hola mi Abbito:

No sé que ni como empezar estas líneas… si diciéndote que te amo, si agradeciéndote por tu amor, por tu misericordia, si pidiéndote perdón por mis faltas… pero bueno, conociéndote, la empezaré como empezarías Tú una carta dirigida a mí… diciéndome cuanto me amas.

Te amo, te amo, te amo, te amo.

Padre, no dejo de sorprenderme por tu amor, eres tan bueno, tan bondadoso. Eres tan grande, tan poderoso y a la vez tan tierno y tan fiel. No encuentro como agradecerte, no tengo nada que darte, pues todo lo que tengo me ha sido dado por ti, y lo que soy, lo soy por ti, por tu gracia, por tu perdón.

¿Recuerdas aquella madrugada en la cual me prometiste a través de tu verdad que si ponía mi alegría en ti Tú le concederías los deseos a mi corazón y que si yo confiaba en ti Tú ibas a obrar grandemente en mi vida?...

Ese fue uno de los momentos más hermosos que he vivido contigo, recuerdo que esa promesa me la diste en un retiro varios días antes, y que luego me la fuiste recordando hasta aquella madruga en que yo la declaré una realidad en mi vida.

Bueno Pa, tal como dice tu Palabra, nadie que ha confiado en ti ha quedado defraudado… yo tampoco. Siento que hoy en día estoy viviendo esa promesa y por eso te doy las gracias Padre… te doy las gracias porque verdaderamente eres un Dios de pactos, siempre cumples tus promesas, y porque nunca me has dejado desamparada.

Gracias Padre por todo, por tu amor, por tu gracia. Gracias por ese hombre que has puesto en mi camino. En el momento justo. En el momento indicado. Permite Padre de misericordia que yo sea de bendición para Él, para su vida, para su familia. Permite que yo lo ame como Tú mandas a amar. Gracias Padre por Antonio, gracias por su vida, gracias por él.

Te amo, Abba Padre, te amo,

Con todo mi alma, mi mente y mi corazón,


Tu hijita,


Mayre.


Jesús, tú eres mi identidad. Antes de conocerte, no sabía quien era ni que quería, andaba como muerta por la vida, vacilante, con miedos y temores que me orillaban cada día a ser una persona más vacía, más infeliz.

Ahora que tú estás en mi vida todo es distinto… gracias por rescatar mi alma y alejarme del camino incorrecto. Gracias por ir tras de mí sin cansarte, sin flaquear. Gracias buen Pastor por encontrarme y cargarme entre tus brazos. Fuiste capaz de ir por mí… cuan grande, inmenso e infinito es tu amor!

Tan vacía que estaba mi vida… era que faltabas tú Jesús!! Gracias por venir al encuentro, pues aunque yo no te buscaba te encontré mientras tú me buscabas a mí… gracias por no desistir y arrebatar mi alma para ti! Cuan agradecida Amado mío me encuentro… gracias Jesús, gracias vida mía, gloria mía.

Por amor a mí...



Cuan grande ha sido su amor por mí.
Todo lo dio, todo lo sufrió.
No se aferró a su linaje, nada escatimó,
tan solo por amor a mí.

Conociéndola, cerró sus ojos ante mi maldad
y mi blasfemia no le fue motivo para condenarme;
así lo decidió y lo cumplió.
Nadie se la quitó, Él mismo la entregó,
tan solo por amor a mí.

Fue herido y humillado.
Muchos le negaron y le olvidaron.
Escupían su cara mientras que a
latigazos su cuerpo fue desfigurado.
El soportó todo eso
tan solo por amor a mí.

El mismo gran Rey de reyes
fue coronado de espinas;
el mismo Señor de señores
anduvo por el camino de la vergüenza,
aquel que al pecado jamás conoció.
Su piel cubierta de burlas en su cuerpo yacía,
abatido por el peso de mis pecados
cargaba una cruz que no merecía.

En momentos, sin fuerzas y desgastado se caía
y aun así se levantaba… se levantaba por amor
Tan solo por amor a mí!!

Como si hubiese sido el peor ladrón
o el más vil pecador
le fueron enterrados los clavos del deshonor…
enterrados en sus manos y en sus pies,
en sus santas y serviles hermosas manos;
aquellas manos que tanto sanaron,
que tantos milagros obraron,
que tanto acariciaron, que tanto gestos de amor brindaron.

Enterrados en sus benditos y sagrados pies,
en aquellos que anunciaban la verdad.
Que anunciaban el reino de su deidad.
Aquellos pies que no se cansaban de caminar
para llevar a los necesitados la santa paz…
Tan solo por amor a mí.

Cuando estuve cara a cara con Él,
ahí… Justo a su derecha,
Fui lleno de gracia y revestido de verdad
cuando por la acción de su Santo Espíritu
y la misericordia del Santo Padre
mi corazón pudo reconocer
que todo lo que El hizo fue por amor a mí.

Tu mirada… nunca la olvidaré…
con lágrimas de sangre en sus ojos
me expresaba la pasión de su entrega,
la locura de la cruz,
Su perdón y su amor.

Su mirada… su mirada me libertó
Y a través de ella penetró hasta lo más recóndito de mí ser
Y asustado sin comprender lo que sentía
supe que sólo Él es la verdad, el camino y la vida.

Yo… yo no podía gesticular… era tan grande lo que sentía.
Con un nudo de arrepentimiento en mi garganta
Sabiendo merecedor de ese suplicio
Por mis propias culpas y mis pecados
Lloré sin consuelo, no merecía tanto amor.

No merecía morir al lado del justo,
de Aquel que todo lo había dado por mí,
al lado del mismo Dios, al lado de mi Salvador.

Sin pensarlo y de corazón le dije a mi Señor:
“Jesús, acuérdate de mí cuando entres a tu reino”
Y Él con palabras rebosadas de ternura y compasión
me respondió: “En verdad te digo que hoy mismo
Estarás en el paraíso.”

Y yo pude suspirar confiado en su Palabra
y puedo decir que ahora soy feliz
porque estoy aquí en el paraíso con mi Señor;
en este santísimo lugar en donde sólo hay
amor y paz en donde su rostro por siempre puedo contemplar.

Este es el paraíso, esta es la verdadera felicidad
y el mayor anhelo que se pueda desear… estar cara a cara con el Amado
Adorarle por la eternidad.

Hermano, hermana, te aseguro que si se lo pides te lo concederá.
Si tu alma sólo anhela estar a su lado a su lado eternamente estará,
lo sé porque por su gracia estoy aquí!!!!
Y a sus pies tengo mi descanso.

Y en la cruz mis pecados quedaron perdonados.
Yo danzo alegre ante su trono.
Yo me abrigo en su santidad.

Anhela por siempre habitar en su casa
y verás que al igual que a mi te lo concederá.
He ganado la mejor de las coronas, aquella que jamás merecí,
Habitar en su morada adorándole sin fin.
El es hermoso… Anhélalo…

Bendición.

"Que el Señor te bendiga y te proteja... Que Él te mire con amor y te conceda la paz." Números 6, 24-26.